Los aviones de caza se dedican a la defensa y ataque de la aviación enemiga de este mismo tipo, también intervienen en operaciones de cobertura de bombarderos propios u operaciones de las fuerzas terrestres.
Los aviones de caza, al igual que los distintos armamentos de un ejército moderno, han evolucionado mucho desde el final de Segunda Guerra Mundial. Aún durante la guerra de Corea y otras menores se utilizaron aparatos con el mismo concepto y parecido armamento que durante la II Guerra Mundial.
La aviación militar comprende los medios materiales y humanos que conforman la fuerza aérea de una nación. El concepto de aviación militar implica la utilización de las aeronaves (aviones y helicópteros) con fines bélicos, ya sea para atacar al enemigo como para brindar apoyo a las fuerzas propias, dentro de un marco táctico y estratégico dado.
La aviación militar abarca también todo lo que está relacionado con los vuelos de ataque y de defensa, de reconocimiento y vigilancia, de transporte, de rescate, y otros similares, así como los sistemas de control y seguimiento de estos.
Los comienzos de la aviación comercial se remontan a 1910 con el transporte aéreo del correo. Cabe destacar que hacia el año 1939 la compañía PanAmercian sobrevolaba el Atlántico y el Pacífico transportando pasajeros y correo, habiéndose convertido en la década de los 30 en la compañía líder en estos servicios con el célebre hidroavión Boeing 314 Clipper.
El comienzo de la segunda guerra mundial en 1939 interrumpió el servicio aéreo comercial en Europa. A las compañías e industrias aéreas les quedaban pocas alternativas. Muchas de ellas pusieron todos sus recursos al servicio del ejército y la aviación militar de sus respectivos países, otras como KLM siguieron operando en otros continentes ajenos al conflicto, en su caso en Asia, y otras se vieron obligadas a suspender sus rutas como por ejemplo Air France en 1940 ante la ocupación Nazi de Francia o Greater Japanese Airways al involucrarse Japón en la Guerra.
Al finalizar la guerra, toda la tecnología básica de la aviación contemporánea había sido ya desarrollada, como es el caso del motor a reacción, el radar, los avances en el campo de la aerodinámica y los conocimientos de metalurgia. Estos avances, utilizados hasta entonces en los aviones de guerra, se incorporaron y aplicaron a la aviación comercial de manera inmediata, siendo quizás el ejemplo más importante de esta transición tecnológica la compañía Boeing, que pasó de ser una pequeña contratista militar a una de las mayores firmas comerciales del mundo.
Así pues, el fin del conflicto ocasionó una drástica reducción de la demanda de aviones militares, mientras los pedidos de aparatos civiles no hacían más que crecer. En Estados Unidos los pedidos de aviones comerciales pasaron de 6844 en 1941 a 40000 a finales de 1945. De nuevo las líneas aéreas norteamericanas rompieron las plusmarcas anteriores en todos los tipos de tráfico, y consiguieron sustanciales mejoras con respecto a 1941, antes de la entrada en guerra de los Estados Unidos.
El motor a reacción revolucionó el transporte aéreo. Los nuevos aviones eran capaces de volar a elevadas El motor a reacción revolucionó el transporte aéreo. Los nuevos aviones eran capaces de volar a elevadas velocidades y mayores altitudes, reduciendo los tiempos de vuelo considerablemente, así por ejemplo se pasó de 85 a 36 horas en los vuelos de Tokio a Londres. En un primer momento hubo cierto recelo hacia este sistema de propulsión, pues si bien sus prestaciones suponían un avance indiscutible, también era cierto que sus temperaturas de operación iban a requerir aleaciones de metal más resistentes, y se ponía en duda la longevidad y fiabilidad de los aviones a largo plazo. Además su consumo de combustible era mayor, por lo que hubo cierto escepticismo por parte de las compañías y fabricantes. Para las aerolíneas supuso la necesidad de establecer medidas de mantenimiento mucho más estrictas y de contratar más personal cualificado, además de tener que disponer de instalaciones más sofisticadas; para los pasajeros, la posibilidad de volar con mayores condiciones de confort, menos ruido, y, lo más importante, en menos tiempo. Al igual que en 1920 con la aplicación del motor de pistón para la aviación civil, el motor a reacción supuso una revolución y el comienzo de una nueva era para la aeronáutica y para el transporte aéreo. velocidades y mayores altitudes, reduciendo los tiempos de vuelo considerablemente, así por ejemplo se pasó de 85 a 36 horas en los vuelos de Tokio a Londres. En un primer momento hubo cierto recelo hacia este sistema de propulsión, pues si bien sus prestaciones suponían un avance indiscutible, también era cierto que sus temperaturas de operación iban a requerir aleaciones de metal más resistentes, y se ponía en duda la longevidad y fiabilidad de los aviones a largo plazo. Además su consumo de combustible era mayor, por lo que hubo cierto escepticismo por parte de las compañías y fabricantes. Para las aerolíneas supuso la necesidad de establecer medidas de mantenimiento mucho más estrictas y de contratar más personal cualificado, además de tener que disponer de instalaciones más sofisticadas; para los pasajeros, la posibilidad de volar con mayores condiciones de confort, menos ruido, y, lo más importante, en menos tiempo. Al igual que en 1920 con la aplicación del motor de pistón para la aviación civil, el motor a reacción supuso una revolución y el comienzo de una nueva era para la aeronáutica y para el transporte aéreo.
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1 comentario:
Muy bueno, si señor.
Tal vez un poco sobrado el tema, pero aún así es la !!!HOSTIA¡¡¡
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